Vagando por la casta orilla de la montaña,
conversando con Dios en la apacible lagaña,
oyendo el silencio que maniata las arterias,
sin pensarlo me incliné hacia las plegarias.
Fui suplicando en esa oportunidad eximia,
por aquellas marchitas ilusiones de alquimia,
con raro cariño, casi como con clemencia,
por perderse en las brumas de la triste inercia.
Y si el Señor hubiera escuchado mi locura,
brotaría ante mí, aquella triste encrucijada,
que antes era errante y atribulada amargura.
Con turbulenta firmeza y falsa carcajada,
donde brotaban flores de papel y de cristal,
surgiría en mí aquel engañoso sueño irreal.
Vagando pela casta orla da montanha,
conversando com Deus na aprazível lagaña,
ouvindo o silêncio que maniata as artérias,
sem pensá-lo me inclinei para as preces.
Fui suplicando nessa oportunidade exímia,
por aquelas secas ilusões de alquimia,
com raro carinho, quase como com clemência,
por perder-se nas brumas da triste inércia.
E se o Senhor tivesse escutado minha loucura,
brotaria ante mim, aquela triste encruzilhada,
que antes era errante e atribulada amargura.
Com turbulenta firmeza e falsa gargalhada,
onde brotavam flores de papel e de cristal,
surgiria em mim aquele enganoso sonho irreal.